PEBdE, Número DIECINUEVE, noviembre 1994
La cita, RAFAEL ALBERTI «A un Capitán de Navío» (fragmento) ATENCION RICARDO ALFREDO AYLLON CABREJOS (Chimbote, 1969) POCAS PULGAS -la impaciencia -la risa -el diálogo -la fiebre -el llanto -la contemplación -el consuelo -la paciencia -la esperanza -el canto -la tos -la lucha -el baile -el beso -el temor CONFIDENCIAS DE LAS ISLAS IMPRECACIONES DE LAS LANCHAS HERMANDAD DE COISHCO Buen marinero, hijo de los llantos del norte, limón del mediodía, bandera de la corte espumosa del agua, cazador de sirenas, todos los litorales amarrados del mundo pedimos que nos lleves en el surco profundo de tu nave a la mar, rotas nuestras cadenas. RAFAEL ALBERTI «A un Capitán de Navío» (fragmento) Vientos salinos van llegando, desde el norte, desde el puerto, allá donde amanece más temprano, como en los campos; allá donde los hombres son más puros en contacto con lo cotidiano, con lo simple, con lo bueno, con lo de siempre; allá donde se crea y, en adición, se cree, se espera, se forja la esperanza; allá donde el mar cuenta a los viejos pescadores sus secretos; allá donde las olas son propicias; allá donde recalan los poetas. Nada nos diferencia. Todo nos une. Algunos son literatos (al parecer, los menos), otros (los muchos) acaso son barqueros, pescadores, marineros, hombres de oficina, pensadores, labradores del campo, ingenieros y obreros, cirujanos; hermanos todos de un sentir distinto, de un instinto que lleva, que nos lleva, que nos hace cómplices de un mismo derrotero. Hoy el puerto nos habla, mañana será el cerro; que todos digan, fuerte, su palabra, que nadie se acobarde; probablemente nadie nos escuche, pero nos queda que al caer la tarde el viento se entusiasme con nosotros y sople nuestros cantos por los aires. Estudió en el colegio «Inmaculada de la Merced» de Chimbote. Luego siguió la carrera de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de la cual es Bachiller desde 1994. Reside en el puerto. POCAS PULGAS la impaciencia Alma remendada sin miramientos, manija instalada a la diabla, juego de furia, escándalo. Rompesilencio, espacio insano, fuego. Las ratas carcomen su lecho, su vientre de tiempo para el hombre, para el tiempo. la risa Se han velado los sentidos. Se juega a morar sin morada serena, sin pensar estos segundos. Garganta y garganta, dientes y materia. Se juega, en cuota fija, a sonar; a pintar los ojos desde los labios, a diluir las luchas, a transgredir los escollos, a espantar la atmósfera, a olvidar. Se exclama desde la sangre un dulzor en los sentidos. el diálogo Sones de las ideas, el reloj mide en una mueca el espacio entre labios y ademanes. Y, desde donde fuman las equidistancias y discordancias, gotea el tráfago acompasado de ese estado. Resuello de las inteligencias -las paredes son señoras decorosas- viaje circular interesante. Bisbis. la fiebre La noche ha sabido caer armada de demonios; la sequía de sus lenguas, el fuego de sus frentes, de sus sueños, sus axilas. La noche, negro sol del inconsciente; la noche entrometida reseca los paños centígrados, sus demonios destilan (trasnochan) la cama. nadie dice. el llanto No porque es desconsuelo, mas bien porque es el único hombro líquido de los ojos. la contemplación Vasto canto de piedra, silencio de perfil. El rostro de los ojos es primordial, distante absoluto de las titilaciones, maestro del sueño pleno. Oh, los ojos, los ojos endiosados e inocentes representando su representación nata; Oh. los ojos, observar el Cielo. el consuelo Alma que de noche empoza agua tibia en nuestras manos. Vigilia, poyos que las aves guardan en sus alas compartitivas. la paciencia Honor de la exactitud. El tiempo organízanos para el desfile de la espera. Nadie sabe coger más de las horas que aquel que las sostiene de reojo. Fiera fascinando con su acecho. la esperanza Debió amanecer de día debió levantarse la voluntad poseída de ramas húmedas, de cierta sonrisa blanca y verdadera. Debieron regarse aromas que sudaba la confianza; nacería de vegetales que no fatigan, la esperanza. el canto Para que tengan razones los golpes, para que tenga un porqué algún goteo camino hacia el olvido, o un grito sin espacio en los sentidos. Para que sean oídas las confesiones insondables, o los lenguajes apretados, o las noches con motivos. la tos Razón de calor suficiente en la garganta, sin alma, sin nombre. El canje bellaco, a veces, de la risa. Los dedos sonantes cadavéricos puntiagudos azarosos retahílicos sempiternos rojilíquidos panfletarios del pulmón. Y la garraspera, su rabo ramplón. la lucha El sol, que define su origen. El mar, que continúa infringiendo. El león, que acrecienta su fama. Las uvas, definiendo aún su alegría. El hombre, ay, de todas las mañanas. el baile Certamen de un sueño: canturrean los cerebros agradecidos, los tarareos comparten los pies, definen las sangres su desparpajo, obnulan sus orígenes, sonríen sobre un charco cantor. Orquesta todo lo que se llame razón. el beso Búsqueda de lo que se instala en los completos rostros, como un grito. Temor de los labios de que nada nazca para arriba o para abajo. Tomates rellenos, salivas que arden como hojas en la noche. O él o ella, desesperados de mierda. Un canto, un silencio no tan erecto. el temor La palabra que no baila, nuestros ojos sin templos ni espejos, la batalla anunciada en el retrete, la espina vencida por metal ideal. Un flagelo recae en la noche al llamado de la sangre. CONFIDENCIAS DE LAS ISLAS El mar es un dios que ora a nuestros pies, nadie lo sabe. Ruega intercedamos por él y por los hombres; ruega desde su oleaje. desde la boca de los lobos, pidamos descargos por su afrentosa su perpetua disolución, nadie lo creería. Reconoce su falta, su lascivo pacto con el hombre, su orilla tentada, sus aguas licenciosas. Sin embargo como divinidad, como dios menor, no estará compelido a penitencia, lo sabemos; su sanción la inició, irreverente, al no maldecir tres veces el desarraigo de su primer pez, al dar de abrazos a las barcas. IMPRECACIONES DE LAS LANCHAS Se nos han tullido las ganas y el temor, a muchas. Se nos concibió alguna vez para beber de las empresas y esmerar la libertad; mas aquí nos hallan abochornadas de rutina dormitando como piedras en la arena. Se nos engañó: ¡ea, embarcaciones, vosotras, las útiles!; se nos ofreció el tesoro que otorga el sol, la versión de los ocasos; pero aquí se descascaran ígnaras nuestras fuentes. Sabiendo como amamos la conmoción de las tormentas, se nos abisma a las amarras del estío; conociendo nuestro indómito origen, se nos ha subyugado a la cordura. En vano las gaviotas, la retórica de sus cantos; vanas las ventanas que improvisa el horizonte; inútiles, las historias que esmeran a las olas. Ya no sabemos esperar, estamos pereciendo con la proa ensangrentada, con nuestros sometidos cascos varados de ansiedad. HERMANDAD DE COISHCO A Coishco le parece gran cosa Chimbote cuando es lo mismo; es fábricas, también, sus desembarcos y sus calles. Y nadie puede decir nada malo de Coishco, escribir grande en la arena: «Pobre Coishco, pobre nombre», nadie. Se sabe que han habido años de su humo esparcido por la boca de todos: «...ese Coishco, que produce tan igual que Chimbote». Pero Coishco se siente mal con la misma tierra metida en los dedos de sus mujeres, con las mismas desesperanzas repartidas a lo Dios; se siente menos, cuando ambos son lo mismo, la misma cosa. |